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El espectro de los trastornos alimentarios puede aparecer en la edad adulta en sus formas más populares como la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa. No obstante, estas no son las únicas entidades que pueden desarrollarse. Existen, aunque menos conocidos, los trastornos alimentarios en población infantil, los cuales se caracterizan por englobar una serie de conductas problemáticas relacionadas con la ingesta inadecuada, el rechazo de gran cantidad de alimentos, la adquisición de hábitos inapropiados y/o comportamientos disruptivos en el contexto de las comidas. Suelen aparecer durante el primer año de vida, aunque pueden aparecer más tarde (hasta los 6 años). La edad de inicio es un factor a tener en cuenta, pues cuanto antes empiecen los síntomas más dificultades conlleva a nivel de nutrición y desarrollo.

 

Dentro del espectro de trastornos alimentarios en edad infantil encontramos:

 

Anorexia del lactante: La anorexia en edad infantil se caracteriza porque el niño, aunque tenga apetito, se niega a comer. En este colectivo debe llamarse más correctamente “hiporexia” por la marcada disminución en la ingesta además de presentar inapetencia e incluso rechazo a cualquier ofrecimiento de alimentos y/o a los utensilios y preparación de estos. A su vez, se pueden diferenciar dos cuadros clínicos:

 

  • Anorexia común del segundo semestre: Se da en bebés a partir de seis meses de edad. Se caracteriza por una conducta de rechazo del alimento que se le oferta, por lo que las madres en general terminan por presionar al niño para que coma, lo que puede provocar un condicionamiento aversivo a esta situación. Los sujetos son bastante activos, muestran un desarrollo precoz en algunas áreas del comportamiento (observación vivaz y exploración). Según la causa puede ser simple (concomitante con cambios en la alimentación, por ejemplo, el destete o la introducción de nuevos alimentos en la dieta del bebé o asociada a enfermedades como gastroenteritis) o compleja (el problema es síntoma de otro trastorno psicopatológico más complejo).
  • Anorexia precoz severa: Aparece en bebés en los primeros meses de vida, y está vinculado con un trastorno depresivo del niño (depresión del lactante: los individuos presentan abulia, apatía, indiferencia por el contexto que les rodea e incoherencia en las respuestas ante estímulos). Genera frustración y tristeza en las madres, lo que puede agravar aún más la situación al cargar aún más el contexto depresivo del niño.

 

El tratamiento del problema se lleva a cabo mediante una intervención de corte cognitivo-conductual y psicoeducativo para la familia y técnicas conductuales que fomenten la exposición para el paciente. Es importante la exploración del ambiente familiar y del vínculo y apego con la madre.

 

Hiperfagia: Se caracteriza por un incremento exagerado del apetito y el aumento excesivo de la ingesta de comida. Está relacionada con la obesidad, que supone un riesgo a nivel evolutivo, ya que desarrolla retraso pondero-estatural (el niño presenta en este caso una ganancia de peso excesiva como consecuencia de una ingesta calórica y nutritiva inadecuada que no ayuda a su correcto desarrollo). Además, puede aparecer concomitante a la depresión en niños de edad más avanzada. Su tratamiento se basa en la modificación de factores clave como las prácticas específicas de alimentación por parte de los padres (como la introducción de alimentos para la habituación a sabores, trabajar la autorregulación y la autonomía al comer y la dieta), el fomento del ejercicio físico y psicoeducación nutricional a la familia.

 

Trastorno de evitación/restricción de la ingestión de alimentos: Se caracteriza por rehusar comer ciertos tipos de alimentos y/o ingerir una cantidad muy escasa de estos sin la influencia de factores socioculturales. En un primer momento puede confundirse con una manera caprichosa a la hora de comer típica de la edad infantil, pero a diferencia de los niños que comen de manera antojadiza, los individuos que padecen este trastorno no presentan un apetito normal y la ingesta insuficiente puede derivar en pérdida de peso sustancial, un crecimiento más lento de lo esperado, dificultades para participar en actividades sociales y, a veces, carencias nutricionales. Existen, a su vez, una serie de desórdenes que pueden ser antecedentes al trastorno:

 

  • Disfagia funcional: Supone el miedo a tragar, vomitar o ahogarse, lo cual hace que el niño se resista a comer. Puede aparecer ansiedad ante la situación de tener que comer o la sola presencia del alimento, generando situaciones de estrés. Esta conducta usualmente aparece tras un hecho precipitante, como puede ser presenciar a otra persona atragantarse mientras comía o que el mismo niño sufriera una tesitura de este tipo anteriormente.
  • Neofobia alimentaria: Ingesta de una gama limitada de alimentos con extrema resistencia a probar nuevos. Se observa que estos niños prefieren consumir alimentos suaves, principalmente preparaciones a base de hidratos de carbono (ej: purés).
  • Trastorno emocional de la ingestión de alimentos: Como síntoma secundario en niños con un desorden emocional primario en el cual la evitación/restricción de la ingesta es una característica destacada.
  • Ingesta selectiva: “Niños que comen de manera monótona y/o caprichosa”. Los niños muestran preferencias a la hora de comer ciertos alimentos y/o en ciertas situaciones (eligen ingerir solamente ciertos alimentos de una marca determinada, el lugar donde se va a llevar a cabo la alimentación, una persona específica que le alimente de una manera concreta…etc.). No obstante, este patrón de alimentación no incide negativamente en el desarrollo normal del niño.

 

El tratamiento se basa en la terapia cognitivo-conductual debido a que este trastorno tiene como base una conducta obsesivo-compulsiva. Además, tiene como objetivo introducir los alimentos problemáticos en la alimentación del paciente y fomentar, a su vez, la participación y cohesión familiar. Otra de las terapias se basa en la exposición alimentaria para el aprendizaje y la habituación de sabores. Por último, la reeducación de los padres es fundamental, y la tranquilidad es la clave para la recuperación.

 

Mericismo o rumiación: Consiste en la regurgitación repetida de alimentos en ausencia de otra enfermedad digestiva durante un periodo superior a un mes tras haber adquirido un hábito de alimentación normal. Además, estos alimentos regurgitados se pueden volver a masticar, tragar, o escupir sin mostrar síntomas de asco, repulsión o náuseas. Su causa es desconocida, pero se asocia a falta de estimulación, rechazo (deprivación materna brusca o sostenida) y/o situaciones de estrés y depresión severas.

 

El tratamiento se realiza mediante la terapia conductual (reforzamiento positivo y/o negativo. Por ejemplo, cada vez que el individuo empieza a regurgitar, añadir una sustancia desagradable en la boca, como unas gotas de vinagre o limón). Además, se evalúa la relación entre los padres y el niño, a fin de corregir las posibles deficiencias emocionales subyacentes en este trastorno.

 

Pica: Se describe como la ingesta persistente de sustancias no nutritivas durante más de un mes. Suele aparecer en el curso de la primera infancia (de 0 a 3 años). Puede ser síntoma de otro trastorno psicopatológico (deficiencia mental, autismo) o aparecer como una alteración relativamente aislada. Suele estar ligada a problemas de expresión hematológica como la anemia o a déficits nutricionales. Puede agravarse por ansiedad, depresión, falta de estimulación o aburrimiento.

 

La intervención más eficaz se basa en la educación y modificación de la conducta, con énfasis en factores psicosociales, ambientales y de intervención a nivel familiar. Entre las terapias conductistas, las que consiguen resultados más favorables son las que se fundamentan en los principios de condicionamiento instrumental (castigo, control de los estímulos y refuerzo de conductas incompatibles y de conductas alternativas), sumadas a la observación de la conducta, la prevención y la vigilancia del sujeto, además de reconocer y deshacerse de los tóxicos si es posible y un tratamiento para paliar en carencia de micronutrientes (si existe).

 

Potomanía: Ingesta compulsiva de agua y/o líquidos sin una causa orgánica demostrable y requiriendo la presencia de la figura materna. Se acompaña de polaquiuria durante el día y la noche, que suele ser de escasa cantidad y que refleja una irritación o inflamación del tracto urinario. En ocasiones puede aparecer también la disminución de apetito. Aunque puede aparecer como síntoma de otras enfermedades orgánicas (ej: diabetes), en este caso el niño no presenta disfunciones de este tipo. Por la forma característica en que se manifiesta podría ser considerada un trastorno del control de impulsos o un desorden de carácter obsesivo-compulsivo.

 

Su tratamiento consiste principalmente en la restricción de la ingesta de líquidos en presencia del terapeuta y la figura materna, junto con técnicas para reducir la ansiedad y el malestar que aparecen una vez que el niño no pueda “saciar su sed” en estas circunstancias. En los casos en los que los pacientes cuentan con mayor edad, se debe aplicar también la reestructuración cognitiva.

 

Si crees que tu pequeño puede tener alguno de estos problemas, en Albanta podemos atenderte. Tenemos un equipo compuesto por Psicólogos y Nutricionistas que te atenderán encantados. No dudes en ponerte en contacto con nosotros y pedir cita para ayudarte.

 

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